miércoles, 28 de febrero de 2024

Rosas le escribía a Quiroga hace 192 años.

 



Carta de Rosas a Quiroga (28-02-1832)

 

Fecho.

 

Mi querido buen amigo Señor Don Juan Facundo Quiroga.

 

La apreciable de usted de 12 de enero anterior tiene para mí un mérito muy recomendable. Esa franca expresión que contiene su contexto es la que debe cada vez más unirnos estrechamente más y más. Si cuando nos reunimos en ésta hubiese llegado la ocasión de una igual franqueza a este respecto, yo estoy ciertísimo que le habría convencido, que mi marcha combatiendo contra el General Lavalle, y la seguida después de la Convención de Agosto no merecen los cargos que se me hacen; pero que respeto. Quisiera hablar extensamente sobre ellos, trayendo en revista, todas las jornadas de mi comportamiento, desde que estalló el 19 de diciembre de 1828; pero no es esto materia de una carta. Ello es pues más propio para hablarse que para escribirse. Sin embargo, algo voy a decir pasajeramente, correspondiendo a usted en su franqueza.

 

La guía del hombre en sus acciones son los principios de razón. Si usted no ha retrogradado en la resolución de no conservarse al frente de la fuerza, estoy persuadido que debe haber sido, no por no retrogradar solamente, sino porque la justicia y el deber le habrán marcado, en su concepto la línea de conducta que ha seguido.

 

 

 

No me arrepiento haber dicho que usted no pertenece a sí mismo. La reflexión con que usted ha rebatido esta mi aserción, me parece que no es exacta; pues o yo obré mal en el caso que usted recuerda, y entonces no ha debido secundarme, u obré bien, y entonces su argumento no tiene lugar.

 

Usted está en mi concepto equivocado cuando asienta que el señor General López y yo nos contentamos con tranquilizar las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, dejando al resto de las demás bajo el yugo de la opresión. Nunca tuvimos el designio de abandonar a sí mismos a los pueblos del interior; antes, al contrario, nuestra conducta política jamás pudo halagar a los sublevados con esta esperanza. Y aunque nunca tampoco llegó el caso de que en algunas de las épocas a que esto se refiere pudiésemos obrar en combinación con el interior, por ignorar cuáles eran las disposiciones que se tomaban para la defensa común con todo desde el territorio de Santa Fe, procuramos entendernos, escribiendo a usted y al señor Bustos con repetición. La falta de contestación dejó a Santa Fe y Buenos Aires entregadas a sólo sus esfuerzos. Faltos de todo, y con todo el grueso de la fuerza sublevada contra nosotros, no contamos por resultado con auxilio ni cooperación alguna, para combatir y defendernos, y así corrimos todos los azares de la guerra.

 

Cuando la Convención de 24 de junio, mi posición era tan desventajosa, que materialmente ni aún un escuadrón podía montar, y tenía a los hombres con los recados en la cabeza. Los sublevados mantenían entonces en la Ciudad todos los elementos de destrucción; mientras yo no veía en mi rededor un ejército, sino hombres sin táctica a punto de desesperar por la desnudez y por la larga fatiga bajo una estación dura en todos sentidos. Cuando la de 24 de agosto no había remediádome de los elementos de movilidad para la ofensiva. Quedamos pues débiles y casi inermes por la agitación de las dos Provincias, Buenos Aires y Santa Fe, por la calamitosa estación y por los peligros que nos rodeaban de cerca, hasta tener que fijarnos muy seriamente en este conflicto sobre la conducta de la República vecina, que nos hacía una guerra encubierta, temible, y sobre el Entre Ríos, que se presentaba en estado de convulsionarse por los unitarios. Y no pudiendo por lo mismo atender a todo, ni abarcarlo todo, nos propusimos, es verdad, tranquilizar de pronto estas provincias, y robustecerlas; pero no abandonando a las demás del interior, sino al contrario, con el objeto de ponernos expeditos, para cooperar a su seguridad y defensa.

 

 

 

Tal línea de conducta se nos vio seguir, cuando a excepción de Córdoba, todas las demás eran libres, estaban regidas por sus antiguos Gobiernos y tenía usted un ejército formal, el bastante para concluir probablemente con el General Paz, si la fortuna no hubiese sido adversa. ¿Sería un raciocinio exacto, que yo formase a usted este argumento? Usted pudo batir al General Paz: por no haberlo hecho con su primer ejército, fue necesario exigir nuevos sacrificios a los pueblos. Con el segundo Ejército, que por su parte contaba con las ventajas y probabilidades del triunfo según su nota fecha 10 de enero de 1830 al señor López, pudo usted haberlo derrotado, y sucedió a la inversa; ¿usted pues es el responsable de los males que fueron consiguientes a estos dos reveses de las armas? Claro es que no, y creo que cualquiera no sólo desconocería la exactitud de tal discurso, sino que con justicia lo impugnaría; pues lo mismo es preciso que se diga con respecto a los demás sucesos. Recuerde usted lo que dije entonces al General Paz, que debía dejar el Gobierno, y aún el país, como el único medio de evitar los desastres de la guerra. Si usted hace memoria de mi larga carta del 1º de diciembre de 1830, que entre su equipaje cayó en manos del General Paz, se acordará de los términos en que era escrita; términos que están muy lejos de quien no mirase como propia la causa que usted sostenía. ¡Tanta era la confianza que inspiraba la posición de usted! Y nuestra resolución de secundar sus esfuerzos, como se vio posteriormente en seguida al contraste que usted sufrió. Aquí me permitirá le diga: que cuando un poco de espera por parte de usted habría asegurado el triunfo. Usted no lo tuvo, ni se puso en combinación con nosotros. Sin embargo, no por esto es mi ánimo censurar el modo como usted se condujo; pues si así obró, sería poique así creyó de su deber hacerlo.

 

 

 

Nadie tiene el don de ligar los favores de la fortuna a empresas; y toda obra de hombres está sujeta a errores. No sería extraño que hubiésemos cometido algunos barros, pero no se nos crea que intencionalmente nos propusiésemos perjudicar a la buena causa. Usted nos ha visto obrar, cuando ya pudimos hacerlo. ¿A qué nos hemos negado, ni en qué no hemos secundado, pudiendo? El haberse retirado de Córdoba el ejército fue como a usted escribí con fecha primero de setiembre último, por orden del General en Jefe. Él sí lo dispuso, por las razones que manifesté a usted en dicha carta, y porque para conservarlo se le presentaron obstáculos, que sólo puede valorar el que los toca en medio de una posición difícil.

 

 

 

Yo desde ahora le ruego me dispense que haya suprimido en la publicación de su nota Oficial al General en Jefe remitiendo los capítulos con que se estipuló la paz con Salta, los períodos relativamente al señor Ibarra. Mi intención ha sido muy sana: al suprimirlos el parte oficial no podía dejar de publicarse, y en el conflicto de tenerlo que hacer, me tomé la licencia de ejecutarlo, como creí que convenía.

 

Me lisonjeo con las esperanzas que promete usted de seguir trabajando desde su retiro a la vida privada en bien del país en general. Usted asegura que pronto lo veremos, explorada que sea a fondo la voluntad de las provincias en orden a la Constitución. Aguardo este momento para subordinarme al voto explícito de ellas. Hago memoria de lo que usted dijo al General Paz desde Mendoza con fecha 10 de enero de 1830. "Las pretensiones locales en el estado de avances de las Provincias no es posible satisfacerlas, sino en el sistema de Federación. Las Provincias serán despedazadas tal vez, pero jamás domadas". Por estos mismos principios es que he creído que la Federación es el voto expreso de los pueblos, y que para no malograr sus deseos y constituir la República bajo esta forma, sólo podía hacerse sólidamente, no en el momento presente sino gradualmente, pues el tiempo es quien ha de afianzar esta obra.

 

En suma, la única satisfacción que debe asistirnos, y que debe sostener y afianzar nuestra íntima amistad y confianza es haber obrado siempre de buena fe, y con los mejores deseos. Así es que no nos es útil ni conveniente recordar desgracias que ya no tienen remedio, y que ni aun de guía pueden proponerse o servir para lo sucesivo. Es preciso que nos disimulemos algunos errores. Los hombres todos no tienen ni una misma energía ni un mismo modo de concebir, ni valen lo mismo.

 

 

 

He tirado en estos días un decreto sobre uso de la libertad de imprenta. ¿Me ha movido a hacerlo la necesidad de dar cumplimiento exacto al artículo 6?  del Tratado de los Gobiernos aliados: también el deber de cruzar los manejos de los unitarios decembristas, asimismo la conveniencia de contener la influencia de los extranjeros al menos en una gran parte. Además, ya que no puedan al todo desarmarse las logias secretas, el decreto no podrá menos que dar el resultado de debilitarlas; así como nos pone en guarda contra los espías y revolucionarios enviados ocultamente a los pueblos de América, no sólo por los españoles, sino también por los que no lo son. Sobre todo, por el espíritu del decreto me propongo que la ilustración del país por medio de la prensa se confíe a hombres conocidos que tengan vínculos con él, que los haga tomar interés por su felicidad. Era muy triste y degradante que el crédito de la República y la reputación de sus hijos más ilustres estuviese a merced de los caprichos y perversidad de ambulantes aventureros, que sin dar la cara tuviesen libertad para ultrajar y difamar impunemente, como así se había visto prácticamente ejecutado.

 

 

 

Todo este conjunto de consideraciones y motivos me hizo tomar la resolución de regularizar las imprentas y su uso. Si a usted pareciese bien lo dispuesto, hará por su parte lo que esté en su esfera para estimular a la adopción de una medida que creo de utilidad y ventajas para los pueblos donde hubiese imprentas.

 

Antes de tirar el decreto ordené la suspensión de do3 periódicos, el "Cometa" y el "Clasificador".5 Estos dos impresos habían tomado una dirección inversa a la consolidación del orden y a la conservación de la concordia y armonía entre los gobiernos, los pueblos y sus habitantes. Sus escritos eran trabajados por Federales amigos; y sin embargo, siendo ya muy perjudicial su extravío, fue indispensable hacerlos cesar.

 

Yo he estado en un estado tal que he tenido que delegar el mando. Creí que seguiría a usted retirándome de un puesto, que ya no podría servir cumplidamente, pero siempre con el propósito de ser útil a la causa, y a sus progresos en lo que alcanzare. Mi salud se había debilitado, padeciendo en lo moral y en lo físico considerablemente, hasta que traslucidos por algunos los motivos que me habían traído a tal estado, se propusieron remover los inconvenientes que tocaba el Gobierno de falta de recursos para marchar per ahora; y se prestaron todos con decisión a proporcionar los recursos. Este paso ha excitado mi gratitud y decidido a la correspondencia, estoy resuelto a manifestarla, volviendo a tomar el ¡Gobierno, y enterar los nueve meses que me faltan!

 

 

 

Adiós mi apreciado compatriota: Él colme de bienes y de prosperidad los días de usted, como lo desea su amigo


miércoles, 5 de julio de 2023

Hace 77 años hablaba Juan Domingo Perón.

 



PALABRAS A LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN, PRONUNCIADAS EN UNA COMIDA DE CAMARADERÍA 

Juan Domingo Perón [5 de Julio de 1946]


Señores Ministros,

Camaradas de las Fuerzas Armadas Extranjeras,

Camaradas míos:

Hay horas, en la vida de los pueblos como en la de los hombres, en que la oscuridad lo envuelve todo. Parecería que al conjuro de la maldición bíblica se malograsen hasta los anhelos más nobles y las aspiraciones más santas.

Es, a veces, el encadenamiento de sucesos infaustos ajenos a la voluntad humana, o hechos de la naturaleza que contrarían las más cautelosas previ­siones, o la incomprensión de los hermanos, o la perfidia de los mezquinos, o todo eso junto, en un solo instante, en un solo minuto.

Son las horas de prueba a que Dios nos somete y de las que sólo emergen los que fortalecieron su alma en la fe: esencia divina capaz de remover las montañas, realizar acciones inverosímiles y de llegar a convertir los sueños en realidad.

En 1816, el Congreso de Tucumán “recibía a la Patria casi cadáver”, ha dicho uno de nuestros grandes historiadores.

Y en verdad era así.

El desastre de Rancagua dejaba a Chile a merced de la reacción con­trarrevolucionaria; las más oscuras conjuraciones conspiraban en Mendoza y Buenos Aires, contra la expedición libertadora que preparaba el General San Martín; el enemigo triunfante en el Norte se aprestaba para invadir el terri­torio argentino y asestar a la revolución el golpe de gracia; la montonera anárquica campeaba en el litoral; veteranas tropas portuguesas marchaban sobre la Banda Oriental para jaquear, desde Montevideo, el flanco de los pa­triotas; porteños y provincianos anteponían pasiones y rencillas lugareñas a la suerte común de la nacionalidad; en Buenos Aires las rivalidades caudi­llescas convulsionaban el ambiente; en otras regiones de nuestra América, en el Cuzco, en Nueva Granada, en Venezuela, sucumbían también al contra­ataque realista.

El cuadro de la situación, no podía ser más sombrío.

Pero, porque creyeron firmemente; porque tuvieron fe en sí mismos y en el destino glorioso de la Patria; porque veían la realidad futura, presintiéndola en la exaltación mística de sus ideales, pudo el Capitán de los Andes remover las montañas, convirtiendo el sueño de la libertad argentina en la bandera triunfante de la emancipación sudamericana; y pudieron los Congresales de Tucumán rasgar las tinieblas que se cernían sobre la “nación incipiente” proyectando sobre el mundo luz inextinguible, en su desamparada grandeza.

¡Qué solos y qué pobres, pero qué fuertes y espiritualmente qué ricos en virtudes propias de nuestra raza, debieron sentirse los fundadores de la Patria!

En esta noche de conmemoración y de camaradería, yo invito a los sol­dados argentinos a reflexionar sobre el significado de aquellos acontecimientos.

Demasiado me se que lo hacéis con frecuencia; que no pasa día sin que la preocupación dominante de vuestros deberes, sea en el aula, en la forma­ción de la tarde, o en la tribuna, no os haga sentir la presencia inmortal e in­material de los héroes tutelares de nuestra soberanía; que su ejemplo es el que os inspira y que el mensaje que nos legaron lo practicáis con patriótica devoción; pero no es a eso a lo que me refiero, sino a una reflexión más honda en la que vinculemos el alumbramiento de 1816 con el presente y con el futuro de la Nación Argentina.

La verdadera fe, cuando Dios la concede para las grandes empresas, no es una gracia estática: es un soplo creador de inspiración dinámica que se abre en un haz de virtudes para perdurar a través del tiempo.

Es junto a la fe, la austeridad, que ahoga al egoísmo porque es ofrenda y sacrificio permanente; es junto a la fe, la solidaridad, que mata la flaqueza porque es aliento fraternal recíproco; es junto a la fe, la lealtad, que enaltece la propia estimación porque es decoro, respeto de sí mismo y el alimento espiritual más maravilloso con que se debe nutrir el noble corazón del soldado; y es la fe, junto a la camaradería, que une especialmente a todos los hombres de armas para realizar acciones de contenido heroico y de trascendencia le­gendaria.

Virtudes militares, como veis, han sido y siguen siendo virtudes del alma argentina.

Nacidos así a la vida independiente, echamos a andar por nuestra cuenta.

En ciento treinta años el país recorrió muchas etapas, y en cada una de ellas no todos los días fueron de sol; más de una vez hubo que doblar el cabo de las tempestades; y el cuadro, entonces, si no idéntico, fue siempre parecido: la conjuración de factores aciagos, internos y externos; la ceguera de muchos buenos; la sordidez de muchos malos; y en la puja irreductible contra la adversidad, los dones ancestrales de siempre la vencieron.

Así fuimos trazando nuestro destino en el libro de la Patria.

Cuando al final de cada etapa, hicimos un alto en el camino para volver la mirada hacia atrás y poder apreciar con perspectiva de lejanía los esfuerzos cumplidos, a fin de rectificar el rumbo cuando algún viento contrario nos des­viaba de la ruta, o de abrir nuevos surcos en nuestra tierra generosa para satisfacer las legítimas aspiraciones del pueblo, siempre fue necesario poner a contribución el patrimonio espiritual heredado, porque siempre e invariable­mente, las fuerzas de la regresión que se parapetaban detrás de los intereses creados, se sumaron a los elementos imponderables para obstaculizar o retar­dar nuestro progreso.

Pero recordemos también esta noche, con orgullo, que si la República Argentina tuvo que afrontar y que vencer tremendas dificultades, en distintos momentos de su vida independiente, tuvo en cambio hijos dignos de su estirpe que supieron superarlas y ensanchar el horizonte de su grandeza.

Por eso yo, que soy, como vosotros, un soldado que vive sostenido por ese místico soplo de vocación que le hace vestir con orgullosa sobriedad el uniforme de la Patria, llevándolo con la prestancia y altivez, propia de los hombres libres; que fui llamado por el pueblo en una hora grave de la historia del mundo, para que levantara y mantuviera en alto la bandera de la justicia social, de la recuperación nacional y de la soberanía junto a la enseña bendita de la Patria, quiero asociar esta noche, haciendo justicia histórica, al nombre de nuestros primeros próceres, el de los gobernantes y estadistas argentinos, civiles y militares, que en circunstancias de apremio para el país, y a despecho de menguados intereses o de pasiones enardecidas, pusieron por delante el corazón de patriotas y ofrecieron a nuestra tierra lo mejor de sí mismos, cuales­quiera hayan sido sus convicciones políticas o los errores humanos en que incurriesen.

Y así, etapa tras etapa, llegamos hasta nuestros días. Vosotros, mis camaradas, los habéis vivido.

Hace tres años la Nación volvió a hacer un alto en el camino.

La historia de los días infaustos se repetía,

En lo interno, de nuevo las fuerzas de la regresión parapetadas en los intereses de círculo, dirigían al Estado con prescindencia del interés público y de las necesidades vitales de los trabajadores argentinos, hipotecando la riqueza del país a la avidez extranjera y llegando hasta admitir que poderes inherentes a la soberanía nacional se ejercitasen dentro de nuestro territorio, por núcleos foráneos enquistados en el engranaje de nuestra economía.

El mismo fenómeno regresivo se observaba en el escenario político. Los llamados partidos tradicionales, en cuyas filas actuaron con brillo, con eficacia, y con patriotismo, muchos hombres públicos argentinos que han merecido la gratitud de la Nación, alternaron y se desgastaron en el Gobierno, acusando índices de corrupción que concluyeron por desintegrarlos y por disminuirlos ante la opinión pública en su jerarquía moral.

En lo externo, una lamentable inhabilidad para hacernos comprender, en todo lo que tiene de generoso, de honesto, de cordial, pero también de altivo el espíritu argentino, y una lamentable y correlativa incomprensión de quie­nes, por no haber releído nuestra historia, olvidaron que si es fácil rendirnos por el corazón, es imposible doblegarnos por la prepotencia.

Había, pues, que recurrir, una vez más, a las virtudes patricias que dormían en el alma argentina.

Y el alma argentina despertó.

Despertó en la maravillosa intuición del pueblo; en la confianza que éste puso en la capacidad de recuperación de sus hijos, en el alegre y bullanguero desdén con que se movió entre la incomprensión y las turbias confabulaciones de resentidos que, en un momento dado, llegaron hasta renegar de su propio linaje para servir propósitos extranjeros, y dieron, por esa razón, el triunfo que merecía el auténtico pueblo argentino.

A este punto hemos llegado. De ahora en adelante se inicia una nueva etapa para la vida del país.

Recuperada y fortalecida, la Nación Argentina se ha puesto de nuevo en marcha.

Quiera Dios nuestro Señor, iluminar a los que tenemos el honor y la res­ponsabilidad, que yo no eludo ni delego, de conducirla, y concedernos, como a los próceres de la emancipación, la entereza y la energía para resistir los embates del tempestuoso huracán que se desata cada vez que es necesario cercenar privilegios, para asegurar el bienestar de la ciudadanía.

Quiera el Todopoderoso mantener a la Patria, como hasta ahora, altruista y pacifica pero decorosa y altiva; desinteresada y fraternal, pero libre, inde­pendiente y soberana; respetuosa del derecho y de la libertad ajenas, pero también respetada en su derecho y en su libertad, en los siglos de los siglos, por todas las naciones del mundo.

¡Camaradas que, a través de la distancia, escucháis mis palabras, identificados con el espíritu de esta fecha!

Bien sabéis que vosotros, muy especialmente, vivís en mi corazón; bien sabéis que no olvido, que vuestro alejamiento de las guarniciones más cómo­das, certifica que estáis cumpliendo vuestra misión con el desinterés, la abnegación, la fe y el patriotismo heredado de nuestros mayores; y que al hacerlo, no estáis colocados en posición que se acepta como un deber, sino que se busca como un honor, bien compenetrados de que ella es una prueba más del espí­ritu de sacrificio, que el soldado está siempre dispuesto a brindar a su Patria.

Lleguen también por ello, a todos vosotros estas palabras.

¡Camaradas de las fuerzas armadas extranjeras!

¡Id y decid a vuestros hermanos, que aquí, en este rincón de América donde sentimos la grata satisfacción de teneros entre nosotros, brindamos por la paz del mundo, y al hacerlo, entendernos que ello significa brindar por que cada una de vuestras patrias continúe la brillante trayectoria de sus destinos, por senda de venturosa felicidad!

¡Camaradas todos de pie!

¡Por nuestra patria!

JUAN DOMINGO PERÓN

martes, 23 de mayo de 2023

Hace 55 años Perón le escribía esta carta a Carlos Alberto Imperatrice.

 



Carta a Carlos Alberto Imperatrice (23 de mayo de 1968) 


Escrito por Juan Domingo Perón. 


Sr. D. Carlos Alberto Imperatrice


Valentín Alsina


Mi querido compañero y amigo:


Por intermedio del compañero Vicente he recibido su carta del 10 pasado que me apresuro a contestar. Muchas gracias por las informaciones que contiene como por el saludo que retribuyo con mi mayor afecto. El ruego asimismo sea intérprete de mis afectuosos recuerdos y sentimientos para todos los compañeros de Valentín Alsina.


Con referencia a las aclaraciones que me pide, tengo el placer de contestarle que el cambio del Mayor Alberte se ha debido a su renuncia que el Comando Superior ha aceptado. En esas condiciones ha nombrado a uno de sus miembros (el Doctor Jerónimo Remorino) Delegado del mismo en la Argentina, para que se encargue de reestructurar el Comando Táctico del Peronismo. El Doctor Remorino, en consecuencia, es el Comando Superior Peronista en la Argentina y cualesquiera duda que tengan no tienen más que recurrir a él para aclararla. Ya tengo noticias que el Delegado ha comenzado a organizar la dirección del Movimiento y que ha nombrado Secretario General al compañero Paladino que se encuentra abocado a una estructuración del Comando Táctico.


De la misma manera en lo que se refiere a la conducción del Movimiento está en manos del Delegado del Comando Superior y de las autoridades que él designe a esos efectos. El Mayor Pablo Vicente está al tanto de todo y le podrá informar en detalle sobre lo que necesite saber. Yo solo les pido que contacten con Remorino o con las personas que él designe a los efectos de mantener el enlace y las informaciones sobre los planes de acción futuros.


Como Usted me dice en su carta la situación del país es pésima. La dictadura militar ha fracasado ya y su Gobierno se deteriora por minutos y en razón directa a los desatinos que comete sin solución de continuidad. Nuestro Movimiento, en razón de la descomposición de algunos sectores de dirigentes que han cedido a la acción destructiva del tiempo y de la poca calidad de algunos hombres, está también abocado a graves problemas del horizonte directivo. Por todo ello es que el Comando Superior ha decidido encargar a uno de sus hombres más calificados y de mejores antecedentes, para que se haga cargo de la conducción y trate de poner remedio a los males del Movimiento Peronista. En lo que respecta al país, los rumores que llagan todos los días, me persuaden que no está en situación de seguir adelante con este estado de cosas: será preciso que se produzca algo que puede ser hasta grave. Nadie todavía ha podido hacer una tortilla sin romper algunos huevos.


Espero que todos los compañeros acierten a cooperar sin reticencias con el Doctor Remorino y los demás compañeros que tomen la conducción táctica porque, en mi sentir, pueden acercarse momentos en que será menester que el Movimiento se encuentre bien organizado y conducido si no queremos perder nuevamente las oportunidades que pueden ofrecerse. Esta cooperación es imprescindible si es que queremos llegar a algo. Si cada uno pone dificultades a una conducción que, aunque fuera mala, será siempre mejor que ninguna, no llegaremos a ninguna parte como no sea a aumentar el caos que envuelve al país y que amenaza también a nuestro Movimiento.


Aprovecho la oportunidad para avisarle que de a poco la haré llegar las fotografías que me encarga con compañeros que viajen, de modo que debe perdonarme si no soy muy rápido en hacerlo porque debo comenzar por mandarlas hacer (aquí en España nadie se apura y tardarán), luego como salgo de viaje espero hacerlo al regreso. Perdóneme pero, no sabe Usted el trabajo que tengo. Acabo de terminar un libro y comienzo otro. Le ruego salude a todos los compañeros.


Un gran abrazo


Juan Perón


miércoles, 29 de septiembre de 2021

Juan José Hernández Arregui nacía hace 108 años

 


Juan José Hernández Arregui nació en la ciudad de Pergamino, el 29 de septiembre de 1913

Cuando contaba cinco años su familia se trasladó a Capital Federal. Al poco tiempo su padre abandonó la casa familiar y él y su madre se fueron a vivir a la casa de una tía.

Cursó Derecho en la Universidad de Buenos Aires.

Su iniciación política, siendo un adolescente, data de poco después de 1930: abrazó la causa antiimperialista y anticonservadora que no abandonadó.

En 1933, a los 19 años, se afilió a la Unión Cívica Radical (que en esa época poseía un ala yrigoyenista que era nacionalista). Escribió en los periódicos partidarios Debate, Doctrina Radical y La Libertad.

A fines de ese año (1933) falleció su madre, Patricia Arregui. Eso lo envolvió en una profunda congoja que lo llevó a mudarse lejos de la ciudad, al pueblo de Villa María en la provincia de Córdoba, a la casa del hermano de su madre, consiguiendo un empleo en la biblioteca Bernardino Rivadavia de esa ciudad.

En 1936, con la victoria de Amadeo Sabattini a la gobernación de la provincia de Córdoba, Hernández Arregui fue nombrado secretario de la Universidad Popular Víctor Mercante.


En 1938, a los 24 años, se mudó a Córdoba capital, donde consiguió trabajo en el Boletín Oficial de la provincia, y también en el diario Debate. Mas tarde se casó con Odilia Giraudo, una maestra de 20 años que lo acompañará toda su vida. Ese año ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Córdoba, en la que tuvo como principal maestro al filósofo italiano Rodolfo Mondolfo.


En 1944, cuando contaba 31 años, se doctoró con la tesis Las bases sociológicas de la cultura griega, por la que obtuvo el Diploma de Honor y la Medalla de Oro.


En 1947, durante la presidencia de Juan Domingo Perón, Hernández Arregui renunció al Partido Radical y comenzó su aproximación al Partido Peronista. Se mudó desde Córdoba a la ciudad de La Plata y de la mano del intelectual Arturo Jauretche ingresó como funcionario en el gobierno bonaerense de Domingo Mercante como director de Publicaciones y Prensa del Ministerio de Hacienda. En 1948 obtuvo el puesto de profesor adjunto de Historia en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional Eva Perón (actual Universidad Nacional de La Plata) y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Con la salida de Mercante del gobierno provincial, Juan José Hernández Arregui se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, donde se «refugió en el medio universitario», manteniendo el cargo en la Universidad Nacional de la Plata ocupando además la dirección del Instituto de Historia. Hasta el golpe de estado de 1955 también tenía un programa en Radio del Estado, «donde reseñaba libros y comentaba actividades culturales».


En 1955, con el golpe de Estado de la dictadura autoproclamada Revolución «Libertadora», Hernández Arregui fue expulsado, por sus ideas políticas, de todos sus puestos en la universidad. Hernández Arregui se concentró en la labor universitaria, fundamentalmente como director del Instituto de Historia de la Universidad Nacional de La Plata, mientras practicaba el periodismo en la vieja Radio del Estado con programas culturales. Permaneció brevemente en el exilio.


En 1957, bajo un ambiente opresivo en medio de fusilamientos y con el peronismo proscripto, durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, Hernández Arregui escribió sus obras más importantes, convirtiéndose en el ideólogo más leído por las organizaciones que combatieron en la resistencia peronista hasta el regreso del general Perón al poder.


En 1963, tras recibir un ejemplar de su libro ¿Qué es el ser nacional?, el presidente Juan Domingo Perón le escribió una carta:


"...He leído sus anteriores obras Imperialismo y cultura y La formación de la conciencia nacional, que representan dos jalones de la cultura sociológica argentina, hasta entonces servida en su mayoría por vendepatrias y cipayos. Le considero a usted el mejor escritor argentino de la actualidad [...] Muchas gracias por todo. Le ruego que acepte, con mi admiración y el saludo más afectuoso, un gran abrazo"


En 1964, Hernández Arregui lanzó el movimiento Cóndor junto con otros intelectuales. El 19 de octubre de 1972 sufrió un atentado político en su domicilio: un comando antiperonista hace estallar 2 kg de gelinita en su departamento. Juan José Hernández Arregui salvó su vida porque se encontraba en una habitación interior, pero su esposa, Odilia Giraudo de Hernández, resulta herida y es internada.


Un año después, en 1973, Hernández Arregui (con 60 años) fue distinguido como «profesor emérito» de la Universidad de Buenos Aires. Con el regreso de la democracia, en 1974 dirigió la revista Peronismo y Liberación.


Tras la muerte de Perón, el 1 de julio de 1974, la Triple A puso una bomba en su casa de la calle Guise (en el barrio de Palermo, en Buenos Aires) que solamente produce daños materiales. En septiembre de 1973, su nombre apareció en una lista de «condenados» de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina, que se autodenominaba «peronista» y algunos tontos lo creyeron). Con su mujer optaron por huir a una ciudad del interior para luego partir al exilio. Como tenía afinidad política y de amistad con una familia Eliçagaray, se mudaron a la casa de ellos, en la ciudad balnearia de Mar del Plata. Días después, el 22 de septiembre de 1973, lo sorprendió la muerte al darle un infarto y falleció, cuando contaba 60 años de edad.


Dos años después, toda la familia Elizagaray sería diezmada por la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983).

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Hace 73 años Perón le daba, a los periodistas, el primer estatuto profesional.





"ESTATUTO DEL PERIODISTA PROFESIONAL"


18 de diciembre de 1946



por José María Di Giorno





POR CUANTO: Téngase por Ley de la Nación, cúmplase, comuníquese, publíquese, dese al Registro Nacional y archívese.


PERON

A.G. Borlenghi



El Congreso de la Nación Argentina aprueba la Ley 12.908 que fuera elaborada ratificando con fuerza de ley el Decreto 761/44, firmado por el presidente Edelmiro J. Farrell.


Hasta esta Ley, uno de los gremios más desposeídos era el de los periodistas profesionales, que enriquecían con su trabajo a las empresas, agotando su inteligencia sin justa compensación material y ni siquiera ganaban nombre, pues su trabajo era anónimo.


Ley 12.908 en sus primeros dos artículos dice:


Artículo 1º.- "Quedan comprendidos dentro de las disposiciones de la presente Ley que regirá en todo el territorio de la República Argentina, los periodistas profesionales que se especifican en ella".


Artículo 2º.- "Se consideran periodistas profesionales, a los fines de la presente Ley, las personas que realicen en forma regular, mediante retribución pecuniaria, las tareas que le son propias en publicaciones diarios o periódicas y agencias noticiosas. Tales el director, codirector, subdirector, jefe de redacción, secretario general, secretario de redacción, prosecretario de redacción, jefe de noticias, editorialista, corresponsal, redactor, cronista, reportero, dibujante, traductor, corrector de pruebas, reportero gráfico, archivero y colaborador permanente. Se incluyen las empresas radiotelefónicas, cinematográficas o de televisión que, exhiban o televisen informativos o noticias de carácter periodístico, y únicamente con respecto al personal ocupado en estas tareas.


Se entiende por colaborador permanente aquel que trabaja a destajo en diarios, periódicos, revistas, semanarios, anuarios y agencias noticiosas, por medio de artículos o notas, con firma o sin ella, retribuidos pecuniariamente por unidad o al cent6iacutemetro, cuando alcance un mínimo de veinte y cuatro colaboraciones anuales. Quedan excluidos de esta Ley los agentes o corredores de publicidad y los colaboradores accidentales o extraños a la profesión. No se consideran periodistas profesionales los que intervengan en la redacción de diarios, periódicos o revistas con fines de propaganda ideológica, política o gremial, sin percibir sueldos".


Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los dieciocho días del mes de diciembre de mil novecientos cuarenta y seis.


A. Tesaire-S. A. Job. - Ricardo C. Guardo. - L. Zaballa Carbó.









Perón firma el Estatuto del Periodista Profesional



Debemos recordar que el primer Estatuto regulando su profesión, dentro de los criterios de la justicia social se publica en el Boletín Oficial en febrero del año 1947 por el gobierno del general Perón, suceso que pocos recuerdan y "muchos" esconden y escondieron, especialmente en los años posteriores a su derrocamiento, donde entre otros, se calificara sus mandatos como reñidos con la libertad por los "escribas" de turno.


Lamentablemente gran cantidad de los que desde 1947 se vieran gratificados con esta legislación, persisten en la tergiversación de la política y principios que identifica al justicialismo, tanto desde una visión liberal como de la distorsión de una izquierda que, a pesar de enarbolar y proclamar los derechos sociales, se niega sistemáticamente a desconocer lo realizado y propuesto por el peronismo.


En este recordatorio pretendemos que las nuevas generaciones, especialmente las del gremio periodístico, sepan quién y en qué momento fueron incorporados al régimen de dignidad y de equidad social del que hasta entonces carecían.


Del Estatuto que regirá las actividades de los periodistas profesionales, podemos enumerar entre otras conquistas: la entrega del carnet profesional habilitante; la posibilidad de ser calificado para establecer el sueldo de acuerdo a la función que desempeñen, gozando por ende de una escala de ingresos; el derecho a las vacaciones anuales que hasta entonces no tenían; la obligatoriedad de recibir indemnización en casos de despido; el establecimiento de 36 horas de trabajo semanales como máximo y el respecto a la filiación política del periodista.


Es importante además, mencionar la promulgación del Decreto 13.839 en mayo de 1946, y ratificado por la Ley 12.921 del día 22 del mismo mes, estableciendo el Estatuto del Empleado Administrativo de Empresas Periodísticas, en consonancia a la incorporación de los trabajadores de prensa al régimen de los convenios colectivos de trabajo, de verdadera avanzada en la época y cuyas principios sirvieran de modelo a otros establecidos posteriormente en los demás países de América.


La Ley 12.908 tuvo como base el borrador que había sido elaborado en el Congreso de Periodistas realizado en el año 1938 en la ciudad de Córdoba, eje de las negociaciones entre los representantes de la Federación Argentina de Periodistas, el Círculo de la Prensa y los propietarios de los medios.


El fundador de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires, Octavio Palazzolo, junto a su esposa, la investigadora, compositora, música, conferencista y periodista Ana Schneider de Cabrera, fue uno de los autores del proyecto.


Siendo Palazzolo periodista acreditado por El Mundo en la Casa de Gobierno y aprovechando una reunión que Perón, como titular del Departamento Nacional del Trabajo, le hizo conocer esta vieja inquietud que pretendía convertirse en una justa y fundamental norma para la seguridad laboral de los periodistas y poder concretar los objetivos que llevaban más de una década de incertidumbre.


Motorizada por el entonces coronel Juan Perón, quien les sugirió que prepararan el proyecto definitivo y se lo alcanzaran a la nueva Secretaría de Trabajo Y Previsión que se crearía días más tarde, el presidente general Edelmiro J. Farrell rubrica el Decreto 716/44 que diera origen a la Ley que mencionamos.


Promulgado el decreto, Perón manifestaba su complacencia por haber terminado con la antinomia de "empresas demasiados ricas y periodista demasiados pobres", afirmando que de esta forma se terminaba con la inestabilidad de los periodistas, frente a permanentes despidos arbitrarios, incorporando una legislación de avanzada para la época y cuyos principios son aún hoy ampliamente reconocidos y valorados. El mismo Palazzolo, señalaba que el Estatuto del Periodista promulgado superaba lo propuesto por los trabajadores, encontrando en la nueva legislación conceptos gremiales novedosos y de mayor alcance social, mucho más de lo que hasta ese momento imaginaban los hombres de prensa.


Con el auge de la prensa gráfica, la noción del periodista como intelectual, que por su formación no se veía incluido en la condición de asalariado, comenzaba a transformarse. Afirmaba Palazzolo que "estos periodistas estaban imbuidos de una enorme vanidad y seguían con la leyenda del periodista que solo vivía para difundir ideas, frente a una realidad en donde las empresas en franco crecimiento se enriquecían y lucraban con el trabajo de aquellos".


Esta cuestión, como afirmáramos más arriba, es la que se presentara a Perón, a través del borrador de un estatuto, que diera origen a la Ley del periodista profesional.


En el año 1949 la Federación Argentina de Periodistas Palazzolo publicó una compilación titulada "10 años de Organización Sindical", compilación realizada por Octavio Palazzolo, donde detalla todo el derrotero hacia la conquista definitiva en el año 1946 con la sanción del Estatuto del Periodista Profesional.









LA NACION ARGENTINA - JUSTA - LIBRE - SOBERANA



AÑO 1950








ACCIONES DERIVADAS DE LA JERARQUIZACIÓN DEL PERIODISTA PROFESIONAL


PRIMER CONGRESO NACIONAL DE PERIODISTAS


Realizado en Buenos Aires, entre los días 1 al 8 de setiembre de 1951.


En julio de ese año se había reunido la comisión organizadora del Congreso a fin de ordenar el temario del mismo. Esta comisión, divulga una declaración que resume el criterio, los fundamentos y principios que regirá el evento, manifestando entre otros conceptos que: "...El Congreso, sin prevenciones, limitaciones ni exclusiones, ajeno a asuntos patronales lo mismo que a problemas gremiales o sindicales, tiene ante sí consideraciones que le son propias y fundamentales, que deben ser contemplados técnica y profesionalmente, desde un punto de vista que sólo los periodistas puedan tratar con independencia de todo otro factor extraño".

Desde el año 1901 no he había realizado en el país reunión alguna con este carácter, salvo las de carácter gremial.


Luego de la clausura del Congreso, el presidente Perón recibe a los delegados en su despacho, en donde expresa:


"Los organismos creados en el mundo para distorsionar la verdad y falsificar la información tienen una importancia y una extensión tan extraordinaria que cada uno de los países ha tomado diversas medidas de protección y defensa contra esa distorsión".


"Como en el mundo actual cada país tiene una relación de interdependencia con los demás, en lo que se refiere a la gravitación de diversos factores de orden económico, político, social, de orden geográfico, etc., también estamos relacionados, porque el origen de toda la información que nos llega a nosotros está dirigida y está controlada".


"Lo que hay que hacer, es acostumbrar a las grandes empresas a que tengan periodistas honorables y capaces y se les dé un poco de mano libre para que ellos realicen la prédica de acuerdo a sus convicciones y de acuerdo con las necesidades de la defensa del interés de la nación".


El congreso fue presidido por Emilio Rubio; como vicepresidentes Martiniano Passo, C. O. Lagos y León Bouché. Luis María Albamonte (Américo Barrios) fue designado secretario general y Ramón A. Chas y Edmundo Tomei como secretarios adjuntos.





CREACIÓN DE LA "ESCUELA DE PERIODISMO"



Con la finalidad de estimular, desarrollar y jerarquizar la profesión, en el mes de Junio de 1953, en un acto desarrollado en la Facultad de Derecho se pone en marcha la Escuela de Periodismo creada por el Sindicato Argentino de Prensa, y cuyos cursos se dictarán en la calle Libertad 555.


Entre los profesores que inician los mismos podemos recordar a Raúl Scalabrini Ortiz, Concepción Prat Gay de Constenla, Manuel María Oliver, Herib Campos Cervera y Maria Delia Sarralde, entre otros.


El sindicato estaba a cargo de Carlos Abregú Virreira (*) y Valentín Thiebaut como secretario gremial.


(*) Abregú Virreira, escritor y periodista nacido en Santiago del Estero, fue autor de innumerables trabajos, citando entre otros: "Sonatinas", "El Amor Irremediable", "La Pastora Divina", apuntando a una sociología criolla. Fue periodista de los diarios "Crítica", "Noticias Gráficas" y "Democracia".

Integró la Asociación Argentina de Escritores; secretario general del Sindicato Argentino de Escritores (sucediendo en ese cargo a Raúl Scalabrini Ortiz). Ocupó el cargo de Intendente de la ciudad de Santiago del Estero; primer presidente y organizador de la Caja Provincial de Jubilaciones (S. del Estero); Director del Museo Municipal de Bellas Artes de Buenos Aires y Director Honorario del Museo de Motivos Argentinos "José Hernández".


De sus estudios antropológicos surgen sus trabajos: "Tres Mitos Indígenas" y su principal obra "Idiomas Aborígenes de la República Argentina", editado por Espasa Calpe, que lo colocara a la par de los grandes filólogos de su época.









José María Di Giorno - Diciembre 2014






Autorizada su reproducción total o parcial, agradeciendo mencionar la fuente.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Se cumplen 187 años de esta carta de Rosas a Quiroga










Buenos Aires, 16 de diciembre de 1832.

Mi amigo querido.

Por la copia inclusa de la carta que he recibido del señor Ibarra verá usted que resucita la idea de la convocación de un congreso,1 bien que no es todavía sino una opinión que se somete a discusión por las vías confidenciales que son justas y decentes, pero no he podido menos que extrañar que el señor Ibarra se refiera a la conferencia que tuvo con el señor Cavia, porque si no ha emitido opiniones propias, las mías se las expliqué antes de su salida de un modo muy claro.

Además en punto a Congreso las instrucciones dadas al señor Cavia son terminantes. Copio a usted los artículos para que por ellos tome una idea del sentido en que ha debido trabajar en los pueblos del tránsito: a la letra son como siguen: "4º Que mientras que las Provincias de la República no hubiesen organizado su sistema representativo y afianzado su administración interior; mientras no hubiesen calmado las agitaciones internas y moderádose las pasiones políticas que la última guerra ha encendido y mientras la relación que tomen las relaciones sociales y de comercio bajo los auspicios de la paz no indique claramente los principales puntos de interés general que deben ocupar nuestra atención y facilite los medios de expedirse, cree el Gobierno de Buenos Aires que sería funesto a los intereses de todos empeñarse en la reunión de un Congreso Federativo porque no podríamos contar en la elección de representantes con la imparcialidad y cordura que deben presidir a una obra de tanta trascendencia. 5º Que siendo el sistema Federal un ensayo administrativo que tiene contra sí no solamente el poder de los hábitos contraídos en el período de la revolución, en que ha prevalecido con más o menos duración el sistema de unidad y las opiniones de un número considerable de ciudadanos que aún no han perdido del todo el influjo de su posición social, sino también los intereses de los Gobiernos de las Repúblicas limítrofes y continentales, exige la prudencia un perfecto y fraternal acuerdo de todas las autoridades de la Nación para señalar la época conveniente y para ocuparse en una constitución que no quede expuesta a fracasar como las anteriores; pues que será necesariamente combatida por rivales poderosos y situados a donde no puede llegar la acción de nuestras leyes.' Esta oposición inevitable debe tenerse muy presente tanto para no precipitar incautamente la reunión de un Congreso sin Haber antes neutralizado cuanto pudiese corromperlo o extraviarlo, como para trabajar en el sentido de que no se dé un solo paso respecto a su formación sin que sea sostenido por la opinión uniforme de todas las Provincias y por. la convicción común de los jefes que las rigen a fin de que en el sentimiento compacto de la República una base sólida de la constitución resista y triunfe de la intriga y pretensiones de los que profesan distintas doctrinas, y sobre todo para que no llegue el caso de que por no haberse examinado profundamente la verdadera situación de la República, y por no haberse nivelado juiciosamente las conveniencias de cada Provincia antes de constituir la Nación, se renueven entre los Argentinos bajo la forma Federativa, los estragos y horrores de que muchos años hace es víctima deplorable la República de Guatemala. De estos principios que reglan la política del Gobierno de Buenos Aires, el señor Cavia podrá deducir oportunamente todas las reflexiones con que pueden ampliarse para convencer que lejos de considerar un bien el que el Estado persevere todavía inconstituído después de los heroicos sacrificios hechos por conseguirlo, lo considera un gran mal en todas sus relaciones nacionales pero que balanceados con la disolución que acarrearía el conato de constituir, al país antes de su sazón y antes de remover inconvenientes que han nacido de la misma guerra civil, se resigna sin. trepidar, al contra sí no solamente el poder de los hábitos contraídos en el período de la revolución, en que ha prevalecido con más o menos duración el sistema de unidad y las opiniones de un número considerable de ciudadanos que aún no han perdido del todo el influjo de su posición social, sino también los intereses de los Gobiernos de las Repúblicas limítrofes y continentales, exige la prudencia un perfecto y fraternal acuerdo de todas las autoridades de la Nación para señalar la época conveniente y para ocuparse en una constitución que no quede expuesta a fracasar como las anteriores; pues que será necesariamente combatida por rivales poderosos y situados a donde no puede llegar la acción de nuestras leyes.' Esta oposición inevitable debe tenerse muy presente tanto para no precipitar incautamente la reunión de un Congreso sin Haber antes neutralizado cuanto pudiese corromperlo o extraviarlo, como para trabajar en el sentido de que no se dé un solo paso respecto a su formación sin que sea sostenido por la opinión uniforme de todas las Provincias y por. la convicción común de los jefes que las rigen a fin de que en el sentimiento compacto de la República una base sólida de la constitución resista y triunfe de la intriga y pretensiones de los que profesan distintas doctrinas, y sobre todo para que no llegue el caso de que por no haberse examinado profundamente la verdadera situación de la República, y por no haberse nivelado juiciosamente las conveniencias de cada Provincia antes de constituir la Nación, se renueven entre los Argentinos bajo la forma Federativa, los estragos y horrores de que muchos años hace es víctima deplorable la República de Guatemala. De estos principios que reglan la política del Gobierno de Buenos Aires, el señor Cavia podrá deducir oportunamente todas las reflexiones con que pueden ampliarse para convencer que lejos de considerar un bien el que el Estado persevere todavía inconstituído después de los heroicos sacrificios hechos por conseguirlo, lo considera un gran mal en todas sus relaciones nacionales pero que balanceados con la disolución que acarrearía el conato de constituir, al país antes de su sazón y antes de remover inconvenientes que han nacido de la misma guerra civil, se resigna sin. trepidar, al tiempo, a la prudencia y a la utilidad que resulte de una madura circunspección sobre este gran negocio".



Después de la época en que se dictaron los artículos anteriores los sucesos han venido a ratificar mis principios. La conjuración de Salta, los amagos de los refugiados a nuestras fronteras y las mismas invasiones de los salvajes que absorben toda la atención de los Gobiernos manifiestan cuán distantes estamos de ese grado de reposo y seguridad que necesitamos para ocuparnos en perfeccionar nuestra organización.

He contestado al señor Ibarra con la franqueza que acostumbro, explicándole mis opiniones respecto a la formación de un Congreso; y satisfecho de que usted opina-como yo, confío en que contribuirá por su párte a que haya prudencia y espera para no correr el riesgo de nuevos trastornos.

Que usted goce de salud, y que me mande son los deseos de su afectísimo amigo.

viernes, 4 de octubre de 2019

Se cumplen 158 años de La Batalla del Manantial




La Batalla del Manantial fue un enfrentamiento militar librado el 4 de octubre de 1861 entre las fuerzas unitarias y federales en el contexto de la Guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires.

Tras la victoria federal en Cepeda Pedro Ramón Alcorta, gobernador de Santiago del Estero intento librarse de la influencia de los hermanos Taboada (Antonino y Manuel) pero estos se alzaron en armas y lo derrotaron en el combate de Maco (24 de septiembre de 1860). Alcorta se exilió en Tucumán pero los líderes federales no hicieron nada para apoyarlo.

Posteriormente el gobernador tucumano Salustiano Zavalía intento intervenir en defensa de Alcorta pero fue derrotado y terminó siendo derrocado por el sacerdote José María del Campo poco después y reemplazado por el unitario Benjamín Villafañe. Tras la victoria unitaria de Pavón y deseando evitar que estos pasaran a controlar el noroeste del país el gobernador catamarqueño, general Octaviano Navarro, el general salteño Aniceto Latorre y el caudillo tucumano Celedonio Gutiérrez junto a las fuerzas leales a ambos gobernadores derrocados invadieron Tucumán con la idea de atacar luego Santiago del Estero. A inicios de agosto Navarro instaló su cuartel general en Albilgasta (departamento de La Paz) reuniendo una tropa de 2.000 catamarqueños, incluyendo un regimiento de infantería, tres de caballería y su escolta personal de 300 jinetes.

Navarro avanzó desde Catamarca y Latorre con Gutiérrez desde Salta, uniendo sus fuerzas posteriormente y obteniendo la victoria del Manantial el 4 de octubre. Juan Manuel Terán fue nombrado nuevo gobernador de Tucumán. Pero el éxito no fue bien aprovechado por los federales, al poco tiempo la mayoría de las tropas se retiraron de la provincia mientras los Taboada intervinieron rápidamente en ella para evitar que la siguiente provincia en ser invadida fuera la suya.

Dos meses tras el enfrentamiento Del Campo derrotó con la ayuda de Antonino Taboada a Celedonio Gutiérrez en la batalla del Ceibal (17 de diciembre) y recupero el control de Tucumán. Tras la victoria, y con el gobernador Villafañe fuera de la provincia Del Campo se hizo elegir gobernador interino y luego definitivo de la provincia.